Derrota no es tristeza
("El Viaje de El Loco", fragmento del Libro del No-destino)
*personajes:
Kieffer- patrón del circo de engendros, también conocido como "el bufón".
Yinn- musa de la Soledad y la Oscuridad, también llamada Eres.
Kraton- El hombre oso en el circo de engendros. Un gigante peludo de casi dos metros de estatura y complexión bestial. No es muy listo, pero tiene buen corazón. Para Kieffer es un niño grande.
Owri- (mencionada) Musa de la Tristeza. Hermana de Yinn y de las otras cinco musas de Kiren.
Arkana- Suma Sacerdotisa del Tarot.
Hache- El Loco, ¿El Mago? De momento, un trilero escapista.
Kiren: El humano que alumbró a todos estos personajes.
>>Puedes empezar a leer El Viaje de El Loco en la pestaña "ficción fantasía".
>>Puedes saber más de las Siete Musas de Kiren en dicha pestaña también.
Kieffer- patrón del circo de engendros, también conocido como "el bufón".
Yinn- musa de la Soledad y la Oscuridad, también llamada Eres.
Kraton- El hombre oso en el circo de engendros. Un gigante peludo de casi dos metros de estatura y complexión bestial. No es muy listo, pero tiene buen corazón. Para Kieffer es un niño grande.
Owri- (mencionada) Musa de la Tristeza. Hermana de Yinn y de las otras cinco musas de Kiren.
Arkana- Suma Sacerdotisa del Tarot.
Hache- El Loco, ¿El Mago? De momento, un trilero escapista.
Kiren: El humano que alumbró a todos estos personajes.
>>Puedes empezar a leer El Viaje de El Loco en la pestaña "ficción fantasía".
>>Puedes saber más de las Siete Musas de Kiren en dicha pestaña también.
(...)
—¿Os importa que me quede un ratito con vosotros...?
Tan absorto estaba Kieffer pensando en todo aquello, que no se había dado cuenta de la pequeña silueta encapuchada que se había acercado a él desde algún lugar en la ciénaga. Se volvió hacia aquella voz susurrante como hoja de cuchillo que le había erizado la piel, preguntándose si el tóxico aire que inhalaba le habría producido algún tipo de alucinación auditiva. Por un momento pensó que la personita que encontró frente a él, si no era un espejismo provocado por los vapores de la ciénaga, se trataba de Yinn. Pero al instante se dio cuenta de que la baja estatura era lo único que ese ser tenía en común con la musa.
Kieffer retrocedió sin poder evitarlo, con los ojos fijos en aquella criatura que había aparecido de la nada. Algo en ella, un halo no humano, fantasmal, le hacía desconfiar. Ni en un millón de años se fiaría de ella, ni aunque alguien pudiera demostrarle que era un ángel.
La criatura se quitó la capucha, pero no descubrió su rostro porque llevaba una máscara. Una máscara que no pasaba de ser un lienzo blanco en el cual los rasgos, si acaso, se insinuaban con breves trazos en negro donde tendrían que estar las fosas nasales, las cuencas de los ojos, los pómulos y los labios. Los ojos de la criatura resplandecían tras sendos agujeros en la máscara; eran de un desvaído color gris guijarro, un tono parecido al de los ojos de Hache.
—¿Quién eres tú?—masculló Kieffer entre dientes.
La criatura pareció reír debajo de la máscara. Al parecer, nadie más aparte del Patrón la había visto aún.
—Me llamo Owri—murmuró, agachándose en una graciosa reverencia para formalizar la presentación—soy hermana de Yinn. Soy la musa de la Tristeza y la Melancolía—añadió, remarcando esto último con una galante floritura como si se tratara de un título nobiliario.
El patrón entornó los ojos para escrutar con la mirada al pequeño ser. Llevaba pocos días junto a Yinn, pero los suficientes para haber sentido de sobra su aura de poder. Esta criatura también tenía poder, y sin embargo era diferente. Al igual que Yinn, no parecía humana, pero tenía más pinta de vampiro que de musa... aunque Kieffer no llegó a pensar esto realmente, sino que fue más bien una especie de certeza intuitiva tras el mazazo de la impresión inicial. Sentía que algo no encajaba, y de pronto se sintió amenazado por aquel bicho enmascarado, el corazón saltando de golpe hasta su garganta. Algo le dijo que ante aquel ser no sería bueno exteriorizar el miedo, así que tragó saliva y forzó una sonrisa.
—Oh, ¿en serio?—ladeó la cabeza, escudriñando los ojos apagados de la criatura—¿vives aquí?
Kraton, quien había ido a asegurarse de que las ruedas de los carromatos estaban bien calzadas, se acercó de vuelta al patrón y contempló con recelo al pequeño ser. No tenía ni idea de qué era, pero le parecía que desde que seres pequeñitos y raros habían empezado a aparecer -seres como musas y gamusinos- todo había ido de mal en peor.
—Oh, no, qué va—la voz detrás de la máscara se movía en una frecuencia absolutamente neutra. Era imposible del todo saber si pertenecía a un hombre, a una mujer o a un niño, porque podría pertenecer a cada uno de ellos.—No, no vivo aquí. Pero, la verdad... ¡tengo que admitir que me encanta este lugar!—añadió con entusiasmo, lanzando una fugaz mirada alrededor. Una mirada de barrido que al bufón se le antojó depredadora.
—Kraton. ¿Puedes ir a buscar a Yinn, por favor?—pidió el bufón con amabilidad.
Pero la musa de la Oscuridad ya se estaba acercando. Había visto el encuentro del patrón con aquel pequeño geniecillo encapuchado desde la ventana, y no había podido refrenar la curiosidad, por mucho que lo que menos deseara fuera moverse por aquella ciénaga.
Arrugando la nariz, pues el olor a humedad y putrefacción del suelo le resultaba increíblemente molesto, la musa se detuvo junto a los otros dos y miró directamente a la figura.
Tembló. Algo en aquel ser le resultó tremendamente familiar. La máscara también le dejó fuera de juego; ahora que la veía de cerca le parecía que ya la había visto antes... ¿pero dónde?
—Oh, Yinn. Qué bueno que hayas venido. Mira, aquí está tu hermana Owri—anunció Kieffer.
La musa de la Oscuridad frunció el ceño sin entender, y el ser enmascarado empezó a reírse.
—¿Qué?—Yinn miró hacia uno y otro lado, ¿Owri? ¿qué hacía Owri por allí, y de qué la conocía el Patrón?
Kraton observaba la escena sin comprender. Instintivamente, el patrón se colocó delante del grandullón dejándole a su espalda, como si quisiera protegerle con su cuerpo.
—Vamos, Yinn—Murmuró—está aquí mismo, delante de ti.
La musa de la Oscuridad miró al ser enmascarado y negó con la cabeza.
—Esto no es mi hermana Owri.
-----------------
Kieffer no se sorprendió. A decir verdad, ya se lo imaginaba. Sin decir nada, se mantuvo expectante contemplando a aquel ser que ahora parecía rodearse de una suave neblina plateada. Seguía encontrándole un punto amenazante, y algo le decía que aquella criatura podría hacer cualquier cosa inesperada en cualquier momento, así que se mantenía en guardia.
—Oh, diablos, Yinn. ¿Tanto he cambiado?—por el tono de la voz de la criatura se notó que ésta ponía un mohín por debajo de la máscara—Oh, ya sé. Tal vez debería añadir algún detalle que me hiciera más... reconocible.
Ante el asombro de Yinn, la criatura sacó un rotulador de debajo de su capa y lo sostuvo unos instantes en sus pequeñas manos antes de quitarle la tapa en forma de capuchón.
—¿Quién eres?—musitó la musa de la Oscuridad, preguntándose dónde estaría Arkana. No le importaría saber que estaba con Hache en aquel mismo momento, porque por nada del mundo querría que el trilero se acercara a aquel ser—¿de qué me conoces?
La criatura usó el rotulador para dibujar el trayecto de una lágrima ficticia en su máscara, sin quitársela de la cara.
—En realidad eso es una larga historia. O quizá no—soltó una risita y se encogió de hombros tras guardarse el rotulador—está bien, no soy Owri. Pero... no negarás que me parezco a ella.
—Lo mismo que un huevo a una castaña—replicó Yinn, empezando a ponerse realmente nervioso. Sin que lo hubiera demandado expresamente, un bate de béisbol con la palabra "Lanzador" había aparecido en su mano derecha mientras hablaba.
—Oh, ¡demonios! ¿vas a pegarme con eso?
Yinn alcanzó a ver por el rabillo del ojo que Arkana se acercaba arrastrando a Hache de la mano. Dio un pequeño respingo, e inmediatamente se volvió hacia ellos con la orden "¡atrás!" escrita en la mirada.
—No—dijo la Guardiana del tarot antes de que Yinn pudiera abrir la boca, tirando de Hache hacia allí, como si considerase tremendamente importante que el trilero viera a aquella criatura—Sé muy bien quién es. Hay que quitarle la máscara—sentenció. Había tal vez un pálpito de preocupación en su voz, pero no miedo.
La criatura retrocedió, por primera vez, ante la Guardiana del Subconsciente. Vaya, ni en un millón de años hubiera pensado que Kiren fuera capaz de poner de aquel modo la inteligencia a su servicio.
—No llegaréis a ninguna parte—farfulló entonces con una inflexión diferente. La máscara se desdibujó por un momento, dejando ver lo que había bajo ella: un rostro arrugado que mostraba una apretada sonrisa de dientes afilados como cuchillo de carnicero. La visión de la verdadera cara de aquel demonio duró tan solo un instante, pero bastó para que Hache deseara salir corriendo en dirección opuesta, aun en el caso de que eso significara internarse definitivamente en la ciénaga. Si Arkana no le hubiera tenido agarrado, con toda seguridad habría huido despavorido.
—No te molestes con uno de tus discursos—dijo Arkana calmadamente a la criatura—sé quién eres. Siempre mientes.
La criatura soltó una risa estertórea.
—Eso es lo que a ti te gustaría—siseó—Sabes bien que aquí solo hay muerte. Ya habéis permitido que uno de vosotros muera, ¿cuántos más han de caer?
Divertida con la situación, al parecer, dio un saltito para pasar el peso de un pie a otro. Había dicho aquellas palabras en respuesta a la Guardiana, teóricamente, pero en realidad se dirigía a Hache. Sabía bien que, de cuantos estaban allí, el trilero era el más vulnerable. Era carnaza, por decirlo así; una presa fácil, igual de fácil que Kiren en sus más suculentos tiempos. Reconocía el alimento a distancia; hasta podía oler a los tipos como aquel.
La cosa enmascarada se alimentaba humanos devorándolos lentamente, poco a poco. No tenía prisa. Su palabra era capaz de erosionar con la insistencia de un disco rayado y, mientras, Ella comía, comía y crecía. Crecía tan desmesuradamente que nada más excepto Ella era visible para lo que quedaba de su desgraciada víctima al final.
—Arkana, ¿qué se supone que...?—Yinn miró a la Guardiana sin comprender. La sacerdotisa había tomado a Hache por los hombros y le empujaba para forzarle a enfrentarse a aquel ser. Le sujetaba para impedir que dejara de mirarlo.
—Mira, Hache. Esto es Derrota. Quiero que escuches lo que tiene que decirte, para que no vuelvas a creerlo nunca más.
El trilero parpadeó, impresionado por ver aquel ser diabólico tan de cerca.
—No vale para nada lo que estáis haciendo—la criatura parecía ganar confianza de nuevo por momentos a la par que se revolvía. No le gustaba que la llamaran por su nombre, pero sabía ya que era imposible engañar a aquella hechicera—No vale la pena que intentéis nada. ¿Es que creéis que tenéis alguna posibilidad de triunfar? Venga ya, mirate, por favor—ahora se dirigía explícitamente a Hache sin disimularlo—¿desde cuándo has sido tú capaz de hacer algo a derechas alguna vez? Te pareces a Kiren... demasiado. De hecho, te pareces tanto a Kiren que entiendo perfectamente que le gustes a Yinn.
Hache abrió mucho los ojos con aquella última revelación y la risita rota de la criatura se elevó sonando como un manojo de cascabeles oxidados.
—Yo suelo decirle a Kiren que soy Tristeza, para que me permita estar con él. Hace no mucho tiempo, siempre se lo creía—se encogió de hombros, como excusándose por haber cometido un pecadito venial, y siguió parloteando—Sin embargo, tú tienes a tus amigos y ellos te han reventado la sorpresa. Bueno, tampoco es que eso te vaya a salvar de la muerte, Kiren. Digo... Hache.
(...)
—¿Os importa que me quede un ratito con vosotros...?
Tan absorto estaba Kieffer pensando en todo aquello, que no se había dado cuenta de la pequeña silueta encapuchada que se había acercado a él desde algún lugar en la ciénaga. Se volvió hacia aquella voz susurrante como hoja de cuchillo que le había erizado la piel, preguntándose si el tóxico aire que inhalaba le habría producido algún tipo de alucinación auditiva. Por un momento pensó que la personita que encontró frente a él, si no era un espejismo provocado por los vapores de la ciénaga, se trataba de Yinn. Pero al instante se dio cuenta de que la baja estatura era lo único que ese ser tenía en común con la musa.
Kieffer retrocedió sin poder evitarlo, con los ojos fijos en aquella criatura que había aparecido de la nada. Algo en ella, un halo no humano, fantasmal, le hacía desconfiar. Ni en un millón de años se fiaría de ella, ni aunque alguien pudiera demostrarle que era un ángel.
La criatura se quitó la capucha, pero no descubrió su rostro porque llevaba una máscara. Una máscara que no pasaba de ser un lienzo blanco en el cual los rasgos, si acaso, se insinuaban con breves trazos en negro donde tendrían que estar las fosas nasales, las cuencas de los ojos, los pómulos y los labios. Los ojos de la criatura resplandecían tras sendos agujeros en la máscara; eran de un desvaído color gris guijarro, un tono parecido al de los ojos de Hache.
—¿Quién eres tú?—masculló Kieffer entre dientes.
La criatura pareció reír debajo de la máscara. Al parecer, nadie más aparte del Patrón la había visto aún.
—Me llamo Owri—murmuró, agachándose en una graciosa reverencia para formalizar la presentación—soy hermana de Yinn. Soy la musa de la Tristeza y la Melancolía—añadió, remarcando esto último con una galante floritura como si se tratara de un título nobiliario.
El patrón entornó los ojos para escrutar con la mirada al pequeño ser. Llevaba pocos días junto a Yinn, pero los suficientes para haber sentido de sobra su aura de poder. Esta criatura también tenía poder, y sin embargo era diferente. Al igual que Yinn, no parecía humana, pero tenía más pinta de vampiro que de musa... aunque Kieffer no llegó a pensar esto realmente, sino que fue más bien una especie de certeza intuitiva tras el mazazo de la impresión inicial. Sentía que algo no encajaba, y de pronto se sintió amenazado por aquel bicho enmascarado, el corazón saltando de golpe hasta su garganta. Algo le dijo que ante aquel ser no sería bueno exteriorizar el miedo, así que tragó saliva y forzó una sonrisa.
—Oh, ¿en serio?—ladeó la cabeza, escudriñando los ojos apagados de la criatura—¿vives aquí?
Kraton, quien había ido a asegurarse de que las ruedas de los carromatos estaban bien calzadas, se acercó de vuelta al patrón y contempló con recelo al pequeño ser. No tenía ni idea de qué era, pero le parecía que desde que seres pequeñitos y raros habían empezado a aparecer -seres como musas y gamusinos- todo había ido de mal en peor.
—Oh, no, qué va—la voz detrás de la máscara se movía en una frecuencia absolutamente neutra. Era imposible del todo saber si pertenecía a un hombre, a una mujer o a un niño, porque podría pertenecer a cada uno de ellos.—No, no vivo aquí. Pero, la verdad... ¡tengo que admitir que me encanta este lugar!—añadió con entusiasmo, lanzando una fugaz mirada alrededor. Una mirada de barrido que al bufón se le antojó depredadora.
—Kraton. ¿Puedes ir a buscar a Yinn, por favor?—pidió el bufón con amabilidad.
Pero la musa de la Oscuridad ya se estaba acercando. Había visto el encuentro del patrón con aquel pequeño geniecillo encapuchado desde la ventana, y no había podido refrenar la curiosidad, por mucho que lo que menos deseara fuera moverse por aquella ciénaga.
Arrugando la nariz, pues el olor a humedad y putrefacción del suelo le resultaba increíblemente molesto, la musa se detuvo junto a los otros dos y miró directamente a la figura.
Tembló. Algo en aquel ser le resultó tremendamente familiar. La máscara también le dejó fuera de juego; ahora que la veía de cerca le parecía que ya la había visto antes... ¿pero dónde?
—Oh, Yinn. Qué bueno que hayas venido. Mira, aquí está tu hermana Owri—anunció Kieffer.
La musa de la Oscuridad frunció el ceño sin entender, y el ser enmascarado empezó a reírse.
—¿Qué?—Yinn miró hacia uno y otro lado, ¿Owri? ¿qué hacía Owri por allí, y de qué la conocía el Patrón?
Kraton observaba la escena sin comprender. Instintivamente, el patrón se colocó delante del grandullón dejándole a su espalda, como si quisiera protegerle con su cuerpo.
—Vamos, Yinn—Murmuró—está aquí mismo, delante de ti.
La musa de la Oscuridad miró al ser enmascarado y negó con la cabeza.
—Esto no es mi hermana Owri.
-----------------
Kieffer no se sorprendió. A decir verdad, ya se lo imaginaba. Sin decir nada, se mantuvo expectante contemplando a aquel ser que ahora parecía rodearse de una suave neblina plateada. Seguía encontrándole un punto amenazante, y algo le decía que aquella criatura podría hacer cualquier cosa inesperada en cualquier momento, así que se mantenía en guardia.
—Oh, diablos, Yinn. ¿Tanto he cambiado?—por el tono de la voz de la criatura se notó que ésta ponía un mohín por debajo de la máscara—Oh, ya sé. Tal vez debería añadir algún detalle que me hiciera más... reconocible.
Ante el asombro de Yinn, la criatura sacó un rotulador de debajo de su capa y lo sostuvo unos instantes en sus pequeñas manos antes de quitarle la tapa en forma de capuchón.
—¿Quién eres?—musitó la musa de la Oscuridad, preguntándose dónde estaría Arkana. No le importaría saber que estaba con Hache en aquel mismo momento, porque por nada del mundo querría que el trilero se acercara a aquel ser—¿de qué me conoces?
La criatura usó el rotulador para dibujar el trayecto de una lágrima ficticia en su máscara, sin quitársela de la cara.
—En realidad eso es una larga historia. O quizá no—soltó una risita y se encogió de hombros tras guardarse el rotulador—está bien, no soy Owri. Pero... no negarás que me parezco a ella.
—Lo mismo que un huevo a una castaña—replicó Yinn, empezando a ponerse realmente nervioso. Sin que lo hubiera demandado expresamente, un bate de béisbol con la palabra "Lanzador" había aparecido en su mano derecha mientras hablaba.
—Oh, ¡demonios! ¿vas a pegarme con eso?
Yinn alcanzó a ver por el rabillo del ojo que Arkana se acercaba arrastrando a Hache de la mano. Dio un pequeño respingo, e inmediatamente se volvió hacia ellos con la orden "¡atrás!" escrita en la mirada.
—No—dijo la Guardiana del tarot antes de que Yinn pudiera abrir la boca, tirando de Hache hacia allí, como si considerase tremendamente importante que el trilero viera a aquella criatura—Sé muy bien quién es. Hay que quitarle la máscara—sentenció. Había tal vez un pálpito de preocupación en su voz, pero no miedo.
La criatura retrocedió, por primera vez, ante la Guardiana del Subconsciente. Vaya, ni en un millón de años hubiera pensado que Kiren fuera capaz de poner de aquel modo la inteligencia a su servicio.
—No llegaréis a ninguna parte—farfulló entonces con una inflexión diferente. La máscara se desdibujó por un momento, dejando ver lo que había bajo ella: un rostro arrugado que mostraba una apretada sonrisa de dientes afilados como cuchillo de carnicero. La visión de la verdadera cara de aquel demonio duró tan solo un instante, pero bastó para que Hache deseara salir corriendo en dirección opuesta, aun en el caso de que eso significara internarse definitivamente en la ciénaga. Si Arkana no le hubiera tenido agarrado, con toda seguridad habría huido despavorido.
—No te molestes con uno de tus discursos—dijo Arkana calmadamente a la criatura—sé quién eres. Siempre mientes.
La criatura soltó una risa estertórea.
—Eso es lo que a ti te gustaría—siseó—Sabes bien que aquí solo hay muerte. Ya habéis permitido que uno de vosotros muera, ¿cuántos más han de caer?
Divertida con la situación, al parecer, dio un saltito para pasar el peso de un pie a otro. Había dicho aquellas palabras en respuesta a la Guardiana, teóricamente, pero en realidad se dirigía a Hache. Sabía bien que, de cuantos estaban allí, el trilero era el más vulnerable. Era carnaza, por decirlo así; una presa fácil, igual de fácil que Kiren en sus más suculentos tiempos. Reconocía el alimento a distancia; hasta podía oler a los tipos como aquel.
La cosa enmascarada se alimentaba humanos devorándolos lentamente, poco a poco. No tenía prisa. Su palabra era capaz de erosionar con la insistencia de un disco rayado y, mientras, Ella comía, comía y crecía. Crecía tan desmesuradamente que nada más excepto Ella era visible para lo que quedaba de su desgraciada víctima al final.
—Arkana, ¿qué se supone que...?—Yinn miró a la Guardiana sin comprender. La sacerdotisa había tomado a Hache por los hombros y le empujaba para forzarle a enfrentarse a aquel ser. Le sujetaba para impedir que dejara de mirarlo.
—Mira, Hache. Esto es Derrota. Quiero que escuches lo que tiene que decirte, para que no vuelvas a creerlo nunca más.
El trilero parpadeó, impresionado por ver aquel ser diabólico tan de cerca.
—No vale para nada lo que estáis haciendo—la criatura parecía ganar confianza de nuevo por momentos a la par que se revolvía. No le gustaba que la llamaran por su nombre, pero sabía ya que era imposible engañar a aquella hechicera—No vale la pena que intentéis nada. ¿Es que creéis que tenéis alguna posibilidad de triunfar? Venga ya, mirate, por favor—ahora se dirigía explícitamente a Hache sin disimularlo—¿desde cuándo has sido tú capaz de hacer algo a derechas alguna vez? Te pareces a Kiren... demasiado. De hecho, te pareces tanto a Kiren que entiendo perfectamente que le gustes a Yinn.
Hache abrió mucho los ojos con aquella última revelación y la risita rota de la criatura se elevó sonando como un manojo de cascabeles oxidados.
—Yo suelo decirle a Kiren que soy Tristeza, para que me permita estar con él. Hace no mucho tiempo, siempre se lo creía—se encogió de hombros, como excusándose por haber cometido un pecadito venial, y siguió parloteando—Sin embargo, tú tienes a tus amigos y ellos te han reventado la sorpresa. Bueno, tampoco es que eso te vaya a salvar de la muerte, Kiren. Digo... Hache.
(...)