Nota previa: Antes de leer este texto, para no perderte, recomiendo leer la pestaña "7 musas". Pongo botoncito para enlace y salto directo desde aquí.
Viaje al centro del humano
—No hagas tanto ruido, que nos va a oír.
—Oh, venga, ¿quién se supone que va a oírnos?
La Primera de las Siete se detuvo a mitad del estrecho pasadizo para apretarle el brazo a Sexta, quien venía caminando justo detrás de ella y era quien había preguntado.
—Pues el mismo o la misma que nos está viendo ahora—dijo con cierta exasperación. Parecía mentira que a aquellas alturas del viaje tuviera que explicarle eso a su hermana. Definitivamente, Sexta se entendía mucho mejor con los humanos que con sus propia familia.
—Ah, sí. Cuéntame otra—Sexta dejó escapar un bufido de escepticismo. No solía creer de buenas a primeras lo que decía Primera ni Cuarta, y no lo hacía con mala intención, sólo iba en su naturaleza.
—Si nos está viendo ya nos está oyendo hablar—comentó Quinta entonces, a la que el resto de hermanas llamaban La Hueca, volviéndose a mirar por encima de su hombro—está lo bastante cerca.
El angosto túnel, de techos bajos y paredes de roca rezumantes de humedad, serpenteaba ante las siete hermanas y parecía continuamente a punto de tragarlas en su infinita oscuridad. Si no fuera por la luz de Uxu, sería realmente complicado moverse por allí bajo el yugo de los cinco (o seis) sentidos humanos; yugo al cual ninguna de las siete hermanas estaba habituada.
—Essel, espera, y a todo esto, ¿por qué tú vas delante?—la vocecita que dijo aquello entre sorprendida e irritada pertenecía a Uxu de los Imposibles, la Cuarta de las musas de Kiren. Essel la Hueca no debería ser quien abre la marcha, no señor, ¿por qué iba primero en la fila?
Quinta sonrió al ser llamada por su nombre verdadero y alzó una ceja, volviendo a girar la cabeza por encima de su hombro aunque sin dejar de andar.
—Y qué, ¿vas a ponerte tú primero?—se carcajeó en las narices de Uxu—¿para llevarnos a otro de los desastres donde desembocan tus acciones?
—Eh, eso fue cruel—Aru de Kiren (también llamada la Primera o el Amor de Kiren) frunció el ceño bajo la cortina de rizos dorados que caía sobre su frente y le lanzó una mirada reprobatoria a Essel. Ni que Uxu tuviera la culpa de que sus pasos llevaran a la nada algunas veces. Uxu sólo hacía su trabajo y nada más, como el resto de musas alumbradas por Kiren.
—Pero algo de razón tienen ambas—farfulló Sexta desde su posición más atrás en la comitiva. Lamentablemente, el pasadizo era tan estrecho que sólo podían caminar en fila de a uno, aunque Sexta se daba con un canto en los dientes por ser lo bastante pequeña como para no tener que agacharse para no darse en la cabeza contra el techo, como se veía obligada a hacer Segunda. Bueno, los techos del túnel eran bajos, pero es que Segunda medía casi dos metros.—yo podría ir primero.
—ja,ja,ja...
—¿Tú...?—Aru de Kiren se atragantó cuando trataba de no reír. La carcajada que acaba de soltar Séptima, tan inocente y espontánea como impúdica, se contagiaba con facilidad—no lo creo, Yinn. No veríamos nada.
—Bueno, yo sí vería—Yinn, la Sexta de las Siete, no tenía problemas para ver en la oscuridad, porque ella era oscuridad en sí misma—podría guiaros—Estaba algo molesta por las risas de sus hermanas, aunque, como solía ser bastante ruda como patrón habitual, no se le notaba.
—Guisaron, acosa besas dedón vasom—canturreó Séptima. Ella iba feliz atrás del todo en la fila; sería muy peligroso -y un riesgo gratuito- que fuera delante. El lenguaje de Alderik del Cambio, la Séptima (al Téspami) y Última de las musas conocidas de Kiren, resultaba confuso para los humanos, pero sus hermanas podían entenderlo a la perfección—vasom de vieja la corten del muhano. Camino se ol tempranito, le camino, chaer camino!—soltó una risita. Tampoco era fácil entender de qué se reía, normalmente.
Aru suspiró. En realidad, Alderik—como solía pasar—tenía razón. Aunque ella pensaba que quizá, mejor que Essel la Hueca, podría guiarles Iver, la Segunda. Pero gracias al gran tamaño que ésta tenía sería difícil que se desplazara en la fila ahora hasta el primer lugar, en aquel pasadizo tan estrecho.
—Aparta, aparta—masculló Uxu abriéndose paso entre sus hermanas para escalar puestos en la fila y situarse junto a Essel. Uxu era muy pequeña, una cálida bolita de luz que se pegaba a las paredes y se adaptaba como agua a todo recipiente capaz de contenerla, por eso era la única de Las Siete que podía moverse de aquella forma ahora. Su pequeño cuerpo humanoide en la luz medía lo mismo que un alfiler—Voy. No vas a guiarnos tú sola, no te dejaré.
—Qué tormento contigo, de verdad.
En realidad, de las siete hermanas, Essel de la Muerte resultaba la más apta—la elección correcta, si lo quieres llamar así—para guiarlas a todas por el estrecho pasadizo, y por eso iba delante. Essel era la musa de la Muerte y el Final, y, para los humanos, salvo en un único caso, el final era siempre un nuevo principio.
Aunque en sí misma fuera luz, y además una luz consistente, fuerte a pesar de ser pequeña, Uxu de los Imposibles no hubiera sido una buena guía debido a su permanente e instintiva temeridad. Su particular sentido de la vista tampoco habría ayudado en esta labor, pues aunque Uxu podía "ver" ciertas realidades antes que sus hermanas, no siempre todo lo que ella veía estaba allí. Sin embargo, gracias a su tamaño mínimo, podía ahora flotar junto a su hermana Essel al frente de la fila codo con codo. Era irónico si uno pensaba que no se soportaban la una a la otra, aunque, bueno, quizá en el fondo se necesitaban mutuamente para existir.
—Ah, una pregunta—la tímida Owri, la Tercera de las musas de Kiren, se hizo notar por primera vez desde que habían comenzado aquel viaje—...¿Dónde estamos? ¿hemos llegado a Ésalon ya?
—Sí—contestó la Primera.
—Noooo—dijo Séptima con vehemencia justo a la vez.
—No me ha quedado claro...
—Según Kiren, ya deberíamos haber entrado.
—¿Entrado dónde?
—En el humano.
—Se soe, le muhano. Hia somos.
—Y también en Ésalon—puntualizó Iver de la Guerra en voz baja, completando la aseveración de Alderik, que al parecer había sonado muy clara para todas ellas—Ésalon está en el humano.
—Ésalon está en el humano...—repitió Owri de la Tristeza despacio, frunciendo el ceño como tratando de comprender—¿y el humano está en Ésalon?
—El humano... está aquí. Aquí mismo, ahora.
*****∞******
—¡Eh, mira! Hay una luz al fondo del pasillo— exclamó Uxu, aún junto a Essel al frente de la fila.
—Qué dices, no hay ninguna luz, no inventes.
—Oh, sí que la hay—Uxu rio, comprendiendo que Essel no podía ver la pequeña llamita como fuego fatuo al final del túnel—a lo mejor es que tú no puedes verla aún.
Essel dio un resoplido. Ante eso se tenía que callar, porque podría ser cierto.
—Puede que sea falso.—Ya se dijo que Uxu a veces veía cosas que NO están ahí y nunca existirían. Estaba en su naturaleza. Aunque esta vez lo que veía la musa de los Imposibles no se trataba de una ilusión.
—Oh, venga, ¿quién se supone que va a oírnos?
La Primera de las Siete se detuvo a mitad del estrecho pasadizo para apretarle el brazo a Sexta, quien venía caminando justo detrás de ella y era quien había preguntado.
—Pues el mismo o la misma que nos está viendo ahora—dijo con cierta exasperación. Parecía mentira que a aquellas alturas del viaje tuviera que explicarle eso a su hermana. Definitivamente, Sexta se entendía mucho mejor con los humanos que con sus propia familia.
—Ah, sí. Cuéntame otra—Sexta dejó escapar un bufido de escepticismo. No solía creer de buenas a primeras lo que decía Primera ni Cuarta, y no lo hacía con mala intención, sólo iba en su naturaleza.
—Si nos está viendo ya nos está oyendo hablar—comentó Quinta entonces, a la que el resto de hermanas llamaban La Hueca, volviéndose a mirar por encima de su hombro—está lo bastante cerca.
El angosto túnel, de techos bajos y paredes de roca rezumantes de humedad, serpenteaba ante las siete hermanas y parecía continuamente a punto de tragarlas en su infinita oscuridad. Si no fuera por la luz de Uxu, sería realmente complicado moverse por allí bajo el yugo de los cinco (o seis) sentidos humanos; yugo al cual ninguna de las siete hermanas estaba habituada.
—Essel, espera, y a todo esto, ¿por qué tú vas delante?—la vocecita que dijo aquello entre sorprendida e irritada pertenecía a Uxu de los Imposibles, la Cuarta de las musas de Kiren. Essel la Hueca no debería ser quien abre la marcha, no señor, ¿por qué iba primero en la fila?
Quinta sonrió al ser llamada por su nombre verdadero y alzó una ceja, volviendo a girar la cabeza por encima de su hombro aunque sin dejar de andar.
—Y qué, ¿vas a ponerte tú primero?—se carcajeó en las narices de Uxu—¿para llevarnos a otro de los desastres donde desembocan tus acciones?
—Eh, eso fue cruel—Aru de Kiren (también llamada la Primera o el Amor de Kiren) frunció el ceño bajo la cortina de rizos dorados que caía sobre su frente y le lanzó una mirada reprobatoria a Essel. Ni que Uxu tuviera la culpa de que sus pasos llevaran a la nada algunas veces. Uxu sólo hacía su trabajo y nada más, como el resto de musas alumbradas por Kiren.
—Pero algo de razón tienen ambas—farfulló Sexta desde su posición más atrás en la comitiva. Lamentablemente, el pasadizo era tan estrecho que sólo podían caminar en fila de a uno, aunque Sexta se daba con un canto en los dientes por ser lo bastante pequeña como para no tener que agacharse para no darse en la cabeza contra el techo, como se veía obligada a hacer Segunda. Bueno, los techos del túnel eran bajos, pero es que Segunda medía casi dos metros.—yo podría ir primero.
—ja,ja,ja...
—¿Tú...?—Aru de Kiren se atragantó cuando trataba de no reír. La carcajada que acaba de soltar Séptima, tan inocente y espontánea como impúdica, se contagiaba con facilidad—no lo creo, Yinn. No veríamos nada.
—Bueno, yo sí vería—Yinn, la Sexta de las Siete, no tenía problemas para ver en la oscuridad, porque ella era oscuridad en sí misma—podría guiaros—Estaba algo molesta por las risas de sus hermanas, aunque, como solía ser bastante ruda como patrón habitual, no se le notaba.
—Guisaron, acosa besas dedón vasom—canturreó Séptima. Ella iba feliz atrás del todo en la fila; sería muy peligroso -y un riesgo gratuito- que fuera delante. El lenguaje de Alderik del Cambio, la Séptima (al Téspami) y Última de las musas conocidas de Kiren, resultaba confuso para los humanos, pero sus hermanas podían entenderlo a la perfección—vasom de vieja la corten del muhano. Camino se ol tempranito, le camino, chaer camino!—soltó una risita. Tampoco era fácil entender de qué se reía, normalmente.
Aru suspiró. En realidad, Alderik—como solía pasar—tenía razón. Aunque ella pensaba que quizá, mejor que Essel la Hueca, podría guiarles Iver, la Segunda. Pero gracias al gran tamaño que ésta tenía sería difícil que se desplazara en la fila ahora hasta el primer lugar, en aquel pasadizo tan estrecho.
—Aparta, aparta—masculló Uxu abriéndose paso entre sus hermanas para escalar puestos en la fila y situarse junto a Essel. Uxu era muy pequeña, una cálida bolita de luz que se pegaba a las paredes y se adaptaba como agua a todo recipiente capaz de contenerla, por eso era la única de Las Siete que podía moverse de aquella forma ahora. Su pequeño cuerpo humanoide en la luz medía lo mismo que un alfiler—Voy. No vas a guiarnos tú sola, no te dejaré.
—Qué tormento contigo, de verdad.
En realidad, de las siete hermanas, Essel de la Muerte resultaba la más apta—la elección correcta, si lo quieres llamar así—para guiarlas a todas por el estrecho pasadizo, y por eso iba delante. Essel era la musa de la Muerte y el Final, y, para los humanos, salvo en un único caso, el final era siempre un nuevo principio.
Aunque en sí misma fuera luz, y además una luz consistente, fuerte a pesar de ser pequeña, Uxu de los Imposibles no hubiera sido una buena guía debido a su permanente e instintiva temeridad. Su particular sentido de la vista tampoco habría ayudado en esta labor, pues aunque Uxu podía "ver" ciertas realidades antes que sus hermanas, no siempre todo lo que ella veía estaba allí. Sin embargo, gracias a su tamaño mínimo, podía ahora flotar junto a su hermana Essel al frente de la fila codo con codo. Era irónico si uno pensaba que no se soportaban la una a la otra, aunque, bueno, quizá en el fondo se necesitaban mutuamente para existir.
—Ah, una pregunta—la tímida Owri, la Tercera de las musas de Kiren, se hizo notar por primera vez desde que habían comenzado aquel viaje—...¿Dónde estamos? ¿hemos llegado a Ésalon ya?
—Sí—contestó la Primera.
—Noooo—dijo Séptima con vehemencia justo a la vez.
—No me ha quedado claro...
—Según Kiren, ya deberíamos haber entrado.
—¿Entrado dónde?
—En el humano.
—Se soe, le muhano. Hia somos.
—Y también en Ésalon—puntualizó Iver de la Guerra en voz baja, completando la aseveración de Alderik, que al parecer había sonado muy clara para todas ellas—Ésalon está en el humano.
—Ésalon está en el humano...—repitió Owri de la Tristeza despacio, frunciendo el ceño como tratando de comprender—¿y el humano está en Ésalon?
—El humano... está aquí. Aquí mismo, ahora.
*****∞******
—¡Eh, mira! Hay una luz al fondo del pasillo— exclamó Uxu, aún junto a Essel al frente de la fila.
—Qué dices, no hay ninguna luz, no inventes.
—Oh, sí que la hay—Uxu rio, comprendiendo que Essel no podía ver la pequeña llamita como fuego fatuo al final del túnel—a lo mejor es que tú no puedes verla aún.
Essel dio un resoplido. Ante eso se tenía que callar, porque podría ser cierto.
—Puede que sea falso.—Ya se dijo que Uxu a veces veía cosas que NO están ahí y nunca existirían. Estaba en su naturaleza. Aunque esta vez lo que veía la musa de los Imposibles no se trataba de una ilusión.
—No, no lo es. Es un resplandor que ilumina las paredes hasta el techo, aunque desde aquí no puedo ver de dónde procede.
—Esperad—en ese momento, La Primera se detuvo. No podía por menos de confiar en la visión de Uxu, aunque tal vez fuera incierta- Y si era verdad que había una luz al fondo del corredor, entonces ellas estaban a punto de llegar a su destino.—Kiren me advirtió de algunas cosas cuando me empujó al plano terrenal en este cuerpo.
—¿Ah, sí?—Yinn frunció el ceño, poniéndose de puntillas y estirando el cuello para mirar por encima del hombro de Essel. Los contornos de la pared de roca aparecían claros ante sus ojos de mirada fluorescente, pero ella tampoco alcanzaba a ver ninguna luz—¿Qué dijo? ¿por qué a mí no me contó nada?
—No sé—Aru se encogió de hombros, no tenía ni idea de por qué Kiren la había elegido a ella y no le había contado nada sobre Ésalon a ninguna otra de sus musas— en realidad no importa mucho, dijo que no lo recordaría. Cuando lleguemos a Ésalon, ninguna de nosotras recordará nada excepto que somos hermanas y musas.
Owri asintió sin decir nada y se apoyó contra la pared para descansar un poco. Era la más pesada de las Siete, y moverse dentro de aquel cuerpo durante tanto tiempo comenzaba a pasar factura.
Las musas de Kiren estaban acostumbradas a no saber nunca cuál era su misión en el plano tangible y terrenal, fuera del limbo donde fueron alumbradas. Eso no era nada nuevo, aunque ahora Yinn se preguntaba qué le habría dicho Kiren a Aru, y por qué éste se habría molestado en hacerle una advertencia sabiendo que luego ninguna de ellas lo recordaría.
—Veréis...—Aru tomó aire y se volvió de medio lado para poder mirar a todas sus hermanas mientras decía esto—Kiren dijo que ahí dentro, en esa ciudadela...—hasta donde ella sabía, Ésalon era una ciudadela flotante entre nubes, también conocida como "Ciudad del Nexo" aunque no sabía por qué—hay una serie de peligros, y unas criaturas a las que debemos proteger. Por ejemplo—se aclaró la voz y miró a su hermana Owri—me dijo que tú guiarías a Turbo y a Ackel.
—¿Oh?—Owri frunció el ceño con confusión—¿Turbo?¿Ackel?¿Quiénes son?
Alderik se rio desde su lugar atrás del todo. No te extrañe que ella supiera quiénes eran los llamados así; al fin y al cabo, ella estaba en todas partes siempre.
—No lo sé.
—Será un mecánico—se cachondeó Essel—¿Quién demonios puede llamarse Turbo?
—No tengo ni idea—insistió Aru—Kiren sólo dijo algunos nombres. Iver—sin hacer caso a la coletilla de Essel, Aru miraba ahora a la Segunda, quien está hecha un cuatro para no quedar incrustada contra el techo del pasillo—tú encontrarás a Denov. Denov Metal.
—Pero bueno, ¿eso es un grupo de rock o qué?—farfulló de nuevo Essel. ¿Turbo?¿Denov Metal? Sonaba a una banda heavy como poco, aquello.
—Uxu—la pequeña luz anaranjada se había adelantado y revoloteaba ahora ante el rostro de su hermana Aru con interés—tú tienes que encontrar a Ashka, puntal fundador de la Casa NasK. Es muy importante, eso dijo Kiren. Tienes que encontrarla y darle un mensaje de Kiren, aunque eso no valga para nada.
—¿eh?—lo de "valer para nada" estaba fuera de la comprensión de Uxu directamente, quizá por eso ella era y sería tan importante en esta historia—¿de Kiren?
—Espera, espera un momento. Entonces ¿Kiren está en Esalon también?
Aru asintió.
—Así es. Aunque me dijo que está escondido en el sótano.
—Típico de Kiren—comentó Essel con inflexión neutra.
Bueno, Kiren era impredecible y a veces no había quien le entendiera, pero ellas, como musas, harían cualquier trabajo que fuera necesario lo mejor que pudieran.
—Vaya, ya entiendo. Hemos entrado a través de sus ojos, entonces. No de los ojos de Kiren, sino...
—¿Qué estás diciendo, Uxu? Oh, espera—Essel parpadeó y guiñó para enfocar mejor en la oscuridad—creo que ya veo esa luz. ¡Sí!—ratificó con alegría—ahí está, ¡es una puerta!
—¡Uxu besa! Uxu, tú sebas, nau REPUTA!—Alderik aplaudió a su hermana de los imposibles—Rabvo Uxu, Alderik pilusam!—le pegó un empujón a Iver que iba justo delante—¡Pilusam!
—Vale, vale...—Iver trastabilló, pero logró no caer.
—¡Sí! ya estamos, ¡puedo sentirlo!—Uxu daba saltitos en su forma de pequeña bola de energía y, antes de que ninguna de sus hermanas pudiera decir palabra, salió volando rauda hacia la puerta al fondo del corredor.
—No se refiere a Ésalon...—murmuró la Segunda, sonriendo a pesar de tener que caminar contorsionándose.
—No sólo se refiere a Ésalon—puntualizó Aru pensando en voz alta.
—Cierto.
—Esa puerta de ahí al fondo conduce a varios lugares a la vez.
La comitiva de musas no tardaría demasiado en alcanzar a la Cuarta de las hijas de Kiren. En efecto, al final del angosto pasillo se veía ahora una luz dorada ante ellas, procedente de la rendija inferior de una puerta de madera. Por entre los tablones de la hoja algo desvencijada, gruesos y reforzados con adornos metálicos en forma de engranajes dentados, se colaban también chorros de luz que convertían las partículas de polvo en una lluvia de magia feérica.
—Shh...
Se oían voces al otro lado de la puerta. Donde quiera que fueran a salir, las musas no estarían solas. Eran guerreras-o más bien lo serían si tuvieran algo que defender-, y estaban preparadas para afrontar dificultades, pero aún así habría que extremar la cautela. Sobre todo teniendo en cuenta que, una vez cruzaran esa puerta y entraran en Ésalon, ya no recordarían nada y eso las dejaría aún más indefensas ante cualquier enemigo potencial. O al menos eso fue lo que Kiren le advirtió a Aru que pasaría. No obstante, todo lo que aún estuviera por pasar tras aquella puerta, fuera lo que fuera, forma parte de otra historia...
—Esperad—en ese momento, La Primera se detuvo. No podía por menos de confiar en la visión de Uxu, aunque tal vez fuera incierta- Y si era verdad que había una luz al fondo del corredor, entonces ellas estaban a punto de llegar a su destino.—Kiren me advirtió de algunas cosas cuando me empujó al plano terrenal en este cuerpo.
—¿Ah, sí?—Yinn frunció el ceño, poniéndose de puntillas y estirando el cuello para mirar por encima del hombro de Essel. Los contornos de la pared de roca aparecían claros ante sus ojos de mirada fluorescente, pero ella tampoco alcanzaba a ver ninguna luz—¿Qué dijo? ¿por qué a mí no me contó nada?
—No sé—Aru se encogió de hombros, no tenía ni idea de por qué Kiren la había elegido a ella y no le había contado nada sobre Ésalon a ninguna otra de sus musas— en realidad no importa mucho, dijo que no lo recordaría. Cuando lleguemos a Ésalon, ninguna de nosotras recordará nada excepto que somos hermanas y musas.
Owri asintió sin decir nada y se apoyó contra la pared para descansar un poco. Era la más pesada de las Siete, y moverse dentro de aquel cuerpo durante tanto tiempo comenzaba a pasar factura.
Las musas de Kiren estaban acostumbradas a no saber nunca cuál era su misión en el plano tangible y terrenal, fuera del limbo donde fueron alumbradas. Eso no era nada nuevo, aunque ahora Yinn se preguntaba qué le habría dicho Kiren a Aru, y por qué éste se habría molestado en hacerle una advertencia sabiendo que luego ninguna de ellas lo recordaría.
—Veréis...—Aru tomó aire y se volvió de medio lado para poder mirar a todas sus hermanas mientras decía esto—Kiren dijo que ahí dentro, en esa ciudadela...—hasta donde ella sabía, Ésalon era una ciudadela flotante entre nubes, también conocida como "Ciudad del Nexo" aunque no sabía por qué—hay una serie de peligros, y unas criaturas a las que debemos proteger. Por ejemplo—se aclaró la voz y miró a su hermana Owri—me dijo que tú guiarías a Turbo y a Ackel.
—¿Oh?—Owri frunció el ceño con confusión—¿Turbo?¿Ackel?¿Quiénes son?
Alderik se rio desde su lugar atrás del todo. No te extrañe que ella supiera quiénes eran los llamados así; al fin y al cabo, ella estaba en todas partes siempre.
—No lo sé.
—Será un mecánico—se cachondeó Essel—¿Quién demonios puede llamarse Turbo?
—No tengo ni idea—insistió Aru—Kiren sólo dijo algunos nombres. Iver—sin hacer caso a la coletilla de Essel, Aru miraba ahora a la Segunda, quien está hecha un cuatro para no quedar incrustada contra el techo del pasillo—tú encontrarás a Denov. Denov Metal.
—Pero bueno, ¿eso es un grupo de rock o qué?—farfulló de nuevo Essel. ¿Turbo?¿Denov Metal? Sonaba a una banda heavy como poco, aquello.
—Uxu—la pequeña luz anaranjada se había adelantado y revoloteaba ahora ante el rostro de su hermana Aru con interés—tú tienes que encontrar a Ashka, puntal fundador de la Casa NasK. Es muy importante, eso dijo Kiren. Tienes que encontrarla y darle un mensaje de Kiren, aunque eso no valga para nada.
—¿eh?—lo de "valer para nada" estaba fuera de la comprensión de Uxu directamente, quizá por eso ella era y sería tan importante en esta historia—¿de Kiren?
—Espera, espera un momento. Entonces ¿Kiren está en Esalon también?
Aru asintió.
—Así es. Aunque me dijo que está escondido en el sótano.
—Típico de Kiren—comentó Essel con inflexión neutra.
Bueno, Kiren era impredecible y a veces no había quien le entendiera, pero ellas, como musas, harían cualquier trabajo que fuera necesario lo mejor que pudieran.
—Vaya, ya entiendo. Hemos entrado a través de sus ojos, entonces. No de los ojos de Kiren, sino...
—¿Qué estás diciendo, Uxu? Oh, espera—Essel parpadeó y guiñó para enfocar mejor en la oscuridad—creo que ya veo esa luz. ¡Sí!—ratificó con alegría—ahí está, ¡es una puerta!
—¡Uxu besa! Uxu, tú sebas, nau REPUTA!—Alderik aplaudió a su hermana de los imposibles—Rabvo Uxu, Alderik pilusam!—le pegó un empujón a Iver que iba justo delante—¡Pilusam!
—Vale, vale...—Iver trastabilló, pero logró no caer.
—¡Sí! ya estamos, ¡puedo sentirlo!—Uxu daba saltitos en su forma de pequeña bola de energía y, antes de que ninguna de sus hermanas pudiera decir palabra, salió volando rauda hacia la puerta al fondo del corredor.
—No se refiere a Ésalon...—murmuró la Segunda, sonriendo a pesar de tener que caminar contorsionándose.
—No sólo se refiere a Ésalon—puntualizó Aru pensando en voz alta.
—Cierto.
—Esa puerta de ahí al fondo conduce a varios lugares a la vez.
La comitiva de musas no tardaría demasiado en alcanzar a la Cuarta de las hijas de Kiren. En efecto, al final del angosto pasillo se veía ahora una luz dorada ante ellas, procedente de la rendija inferior de una puerta de madera. Por entre los tablones de la hoja algo desvencijada, gruesos y reforzados con adornos metálicos en forma de engranajes dentados, se colaban también chorros de luz que convertían las partículas de polvo en una lluvia de magia feérica.
—Shh...
Se oían voces al otro lado de la puerta. Donde quiera que fueran a salir, las musas no estarían solas. Eran guerreras-o más bien lo serían si tuvieran algo que defender-, y estaban preparadas para afrontar dificultades, pero aún así habría que extremar la cautela. Sobre todo teniendo en cuenta que, una vez cruzaran esa puerta y entraran en Ésalon, ya no recordarían nada y eso las dejaría aún más indefensas ante cualquier enemigo potencial. O al menos eso fue lo que Kiren le advirtió a Aru que pasaría. No obstante, todo lo que aún estuviera por pasar tras aquella puerta, fuera lo que fuera, forma parte de otra historia...