ALHAMBRILLA
Me daba una gran pereza bajar al sótano. A saber en qué lugar de ese submundo caótico estaría la dichosa caja con los papeles de la abuela. Encendí la luz, que de tan poco uso parpadeaba en la oscuridad. Siempre me daba un poco de vértigo bajar por la inclinada escalera. Cogí una linterna porque porque poca confianza me daba la bombilla. Una vez abajo, empecé a buscar por las cajas apiladas al fondo. Según mamá ahí estaría el famoso libro con las recetas de la yaya. Es increíble lo que uno puede encontrar entre cajas apiladas. Encontré oro puro. Una que decía: Novios. La curiosidad me mataba. Sentí un ruido encima mío, se me erizo el vello. Lo típico del sótano, la aprehensión. Rebusqué en el contenido de la caja. Eran cartas de amor de mis abuelos. Emilia, decía una. Tus bellos ojos me persiguen en estos días tan solitarios ... Costaba entender la letra. Otra vez el ruido. Esta vez me pareció que algo me rozaba.
Me daba una gran pereza bajar al sótano. A saber en qué lugar de ese submundo caótico estaría la dichosa caja con los papeles de la abuela. Encendí la luz, que de tan poco uso parpadeaba en la oscuridad. Siempre me daba un poco de vértigo bajar por la inclinada escalera. Cogí una linterna porque porque poca confianza me daba la bombilla. Una vez abajo, empecé a buscar por las cajas apiladas al fondo. Según mamá ahí estaría el famoso libro con las recetas de la yaya. Es increíble lo que uno puede encontrar entre cajas apiladas. Encontré oro puro. Una que decía: Novios. La curiosidad me mataba. Sentí un ruido encima mío, se me erizo el vello. Lo típico del sótano, la aprehensión. Rebusqué en el contenido de la caja. Eran cartas de amor de mis abuelos. Emilia, decía una. Tus bellos ojos me persiguen en estos días tan solitarios ... Costaba entender la letra. Otra vez el ruido. Esta vez me pareció que algo me rozaba.