Reto de escritura sobre la carta del tarot "El Loco"
Relato encadenado en respuesta al relato de Alhambrilla: https://alhambrilla.blogspot.com/2019/12/la-bailarina-y-el-loco.html?m=1#RetoKi
A bailar
Había saltado fuera de la carta entre volutas de caos y soles, justo cuando todos los naipes cayeron al suelo en mitad de la trifulca. Al momento leyó en la mirada de ella que algo no andaba bien, y ese algo era el mundo. Se reconoció en aquellos ojos, y, sin embargo, no sonrió, porque la vio marchar. Y no era que quisiera detenerla, pero el arcano número trece –La Muerte- le sonreía con expresión maquiavélica de haber ganado la partida. Comprendió así El Loco lo que ella, cansada y con la esperanza perdida, estaba a punto de hacer.
--¡No, no! ¡POR FAVOR! --gritó inútilmente, sabiendo que ella no podría oírle --No te conozco, pero no me hace falta, ¡te he visto bailar!
Echó a correr tras la bailarina sin dejar de gritar, aunque, a medida que corría, iba cayendo en la cuenta de que la vida no terminaba con lo que los hombres llamaban muerte. Tal vez era él el único arcano de la baraja que creía saber esto con plena seguridad.
Saltó con ella, aun en pleno conflicto interior porque le daba pena que el precioso y frágil cuerpo -carcasa “no esbelta”, pero y qué- se despeñara. La abrazó con fuerza desde atrás por la cintura, aunque eso de nada sirvió. Sus brazos atravesaron piel, carne , hartazgo y fatigados huesos. Al fin y al cabo, él era solo espíritu de libertad. Y ella había escogido caer.
La atravesó, pero cayó con ella. La esperó. Y cuando la mujer de luz por fin abandonó su cuerpo, le vio allí, con la mano tendida bajo el sol, los ojos brillantes como ascuas de vida.
--¿Vienes? —dijo él.
--¿Adónde? --preguntó ella, libre pero aun algo aturdida.
La sonrisa de El Loco se amplió.
--Más allá del horizonte. A bailar.
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--¡No, no! ¡POR FAVOR! --gritó inútilmente, sabiendo que ella no podría oírle --No te conozco, pero no me hace falta, ¡te he visto bailar!
Echó a correr tras la bailarina sin dejar de gritar, aunque, a medida que corría, iba cayendo en la cuenta de que la vida no terminaba con lo que los hombres llamaban muerte. Tal vez era él el único arcano de la baraja que creía saber esto con plena seguridad.
Saltó con ella, aun en pleno conflicto interior porque le daba pena que el precioso y frágil cuerpo -carcasa “no esbelta”, pero y qué- se despeñara. La abrazó con fuerza desde atrás por la cintura, aunque eso de nada sirvió. Sus brazos atravesaron piel, carne , hartazgo y fatigados huesos. Al fin y al cabo, él era solo espíritu de libertad. Y ella había escogido caer.
La atravesó, pero cayó con ella. La esperó. Y cuando la mujer de luz por fin abandonó su cuerpo, le vio allí, con la mano tendida bajo el sol, los ojos brillantes como ascuas de vida.
--¿Vienes? —dijo él.
--¿Adónde? --preguntó ella, libre pero aun algo aturdida.
La sonrisa de El Loco se amplió.
--Más allá del horizonte. A bailar.
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